Luna de sangre


E




s una maravillosa noche para pasear a la luz de la luna, como nos gusta a Marga y a mí. Cada noche vagamos por las calles empinadas de nuestra ciudad, siempre llenas de olor a primavera gastada aunque estemos a principios de octubre. Hace muchos años que lo hacemos sin falta. No le encontramos más que beneficios, nos libera de la tensión insoportable del día, hace que fluya mejor la sangre por nuestras venas y nos une como pareja. Qué más queremos. 

Hoy es ya muy tarde y hay una hermosa luna llena, roja toda ella. «Noche de licántropos», le comento. Adivino la sonrisa traviesa de Marga por la forma en que su mano la mía aprieta. Son tantos años ya, pero aún mi paso y mi corazón se aceleran a su contacto. Una brisa sutil hace volar las hojas secas y trae a nuestros oídos voces olvidadas de otros mundos, de otros tiempos. 

De pronto, comienzan a oírse unos pasos. Se acercan veloces, fieros, a nuestro encuentro. Marga vuelve a apretarme el brazo y me susurra en secreto, «Ahí tienes a tu licántropo, Ernesto». No tengo miedo, por qué debería tenerlo. Por el contrario, me excito, rejuvenezco, presto toda mi atención, escucho como si me fuera la vida en ello. Le devuelvo el apretón, firme y sereno. Me detengo del todo: «Escucha bien. No es uno, son dos los que andan viniendo». 

Una nube juega a cubrir la luna por un momento, tal vez vela pudorosa nuestro inminente encuentro. A la incierta luz de una farola, aguardamos que lleguen. Los colmillos de Marga lucen afilados y bellos como el infierno cuando los desnuda para mí, con esa sonrisa demorada por cuyo atractivo me pierdo: «Uno para cada uno, qué bueno».

 

6 de septiembre de 2021




https://www.youtube.com/watch?v=6lFxGBB4UGU&ab_channel=barbichello

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