Balada
de Vladimír
La inmortalidad
no es para tanto.
Llamé a
las puertas del cielo
y allí
me quedé esperando,
pasó una eternidad o dos
y me atendió
un funcionario:
«Su
nombre no está en la lista,
así que
ya puede ir bajando».
Al
infierno, pues, acudí
mientras
iba pensando
en qué
clase de porvenir
me
aguardaba allí abajo.
Me
recibió don Pedro Botero,
demonio con
mucho mando:
«Para el
carro, chavalín,
y ya te
me vas largando,
que como
tú, amigo Putin,
demonios
tenemos sobrados».
Así que a
Rusia me volví,
entre
las patas el rabo
y aún
sigo andando por aquí
para
desgracia de ucranianos.
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